El otro día, en una conversación con gente del otro lado del charco, a modo de ilustración del mejor humor patrio y en unión con un santanderino, estuvimos recordando partes de monólogos del genial Gila.
Eso me llevó a recordar chistes de mi infancia, tengo que destacar en especial este de Eugenio.
Me lo llegué a aprender de memoria siendo muy pequeña y se lo contaba a todo aquel que quisiera escucharme:
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